Cuándo escuchas la palabra SOMETIMIENTO ¿qué es lo primero que se te viene a la mente? ¿Qué sentimiento u emoción te genera?
Yo, cuando la escucho automáticamente me viene a la cabeza la imagen de un verdugo despótico, rígido y a su vez una víctima tímida, sumisa de la que me puedo compadecer diciendo algo como: “pobre, lo que tiene que aguantar”. Pero uno no puede existir sin el otro.
Ambas partes se retroalimentan constantemente con sus actitudes, dependen la una de la otra y ello es un círculo vicioso del que cuesta mucho salir. El verdugo mantiene a la víctima en el miedo y la víctima se alimenta de la seguridad que éste le proporciona, a todos los niveles, no solo a nivel de relaciones personales.
Generalmente nos identificamos con la víctima porque la sentimos indefensa y nos compadecemos de esa parte pero a la vez también estamos activando a nuestro verdugo y esa parte nos cuesta mucho más admitirla por parecer cruel e insensible. La negamos porque no podemos vernos a nosotr@s mism@s como l@s mal@s de la película y esto es lo que hace que dicha situación se mantenga.
La víctima y el verdugo viven dentro de nosotros como arquetipos. Nuestro verdugo es esa parte de nosotros que nos da mensajes del tipo: no eres lo suficientemente buen@, no lo conseguirás, te mereces lo malo que te pasa.
Nuestra víctima nos dice: porqué todo me pasa a mí, a todo el mundo le va mejor que a mí, la gente me trata mal, nadie me entiende, soy muy desgraciad@…
Liberarnos de este sometimiento pasa por aceptar a nuestr@ víctima y verdug@ interiores con sus defectos y sus virtudes.
¿Cómo sabemos que eso está ocurriendo cuando es algo habitual y cotidiano? ¿Cómo puedo ver lo que no sé que existe? ¿Cómo puedo saber que estoy sometido si mi entorno refuerza esa actitud?
Pueden ser muchas las señales que se nos presentan para darnos cuenta de ello. Simplemente sintiendo una disconformidad interna que se puede manifestar a través del cuerpo físico, emociones desbordadas y cuestionamientos mentales. Muchas veces conocemos estas emociones desbordadas como ansiedad, estos cuestionamientos mentales como saturación mental y a través del cuerpo físico como nerviosismo, un dolor de estómago o una presión en el pecho.
Cuando se manifiestan estos síntomas, tu mismo cuerpo es el que te está avisando de que algo no va bien y de que es el momento de cambiar la forma de funcionar que estabas llevando hasta ahora, porque ya no funciona. Pero no es el final, sino el principio.
Es el momento de iniciar una introspección profunda en la que te observes y actúes hacia una nueva forma de funcionar. Es normal sentir resistencias frente a esto, ya que, lo que va a ocurrir dentro de ti es que la parte que somete se va a empezar a “revelar” contra este cambio, con el fin de no ser destronada.
Pero tanto nuestra víctima como nuestro verdugo tienen un lado positivo. La víctima nos ayuda a ver lo que ya no queremos en nuestra vida y nuestro verdugo a emprender las acciones necesarias para remediarlo. Es un proceso de aceptación, de reconciliación y cooperación de ambas partes.
Si tu verdugo ejerce tanta resistencia como para no dejarse manejar, acudir a pastillas para el dolor, la ansiedad, la depresión, etc… únicamente te van a calmar los síntomas, es una muleta y el alivio será momentáneo. Te puedes liberar completamente de todo ello con un proceso guiado por un profesional que te ayudará a mirar dentro de tí sin juicio y encontrar el camino de salida.
Como Psicoterapeuta te puedo ayudar a ello sólo si quieres, buscaremos el orígen del problema y lo trabajaremos para sanarlo y superarlo, además te enseñaré a manejarte con ello para que en el momento en que se te vuelva a presentar una situación similar seas capaz de manejarlo.