Bárbara Ramos

A ti no te gustan los niños

«Lo que pasa es que a ti no te gustan los niños», cuántas veces escuché esta frase y qué rabia me daba y me da que me interpreten…
Interpretarnos unos a otros es habitual, pero es un hábito que en muchos casos lleva a malentendidos y a suposiciones, con consecuencias dolorosas.

El contexto fue el siguiente:

De pequeña me encantaba cuidar de los niños y «apretujarlos», pero por lo visto a ellos no les gustaba tanto. Y ahí era cuando mi madre me soltaba la super frase: «Lo que pasa es que a tí no te gustan los niños». Para mí como niña, en ese momento, lo que decía mi madre era una verdad absoluta, o tenía que serlo, ¿qué sabía yo? Eran otros tiempos.

Cómo interpreté eso y a dónde me llevó

Cuando nació una de mis primas, fuimos a verla. Yo tendría unos 11 años, y mi primo (el hermano mayor de la recién nacida), estaba por allí jugando con sus cochecitos y camiones. Unos y otros de los que estaban allí cogían la niña hasta que mi tía me preguntó si la quería coger…¡QUÉ ILUSIÓN ME HIZO!

Por desgracia, la alegría duró poco pues mi primo puso uno de sus coches en mi camino, lo pisé y me caí al suelo con la niña en brazos, pero mi instinto me hizo poner las manos en su cabeza y apretarla fuerte a mi cuerpo. Caí con los nudillos y me hice daño en los dedos y las rodillas, pero no me quejé.

La reacción de alarma de los adultos fue gritar e ir a ver cómo estaba la bebé que lloraba por el susto. A mí me preguntaron si me había hecho daño pero acostumbrados a que no me quejase no repararon en sí me había hecho daño o no (la verdad es que no me hice nada grave pero me dolía mucho) y al callarme reprimía mi dolor con lo que lo emocional era más duro que lo físico.

A esta experiencia sumamos otras como la de que mi mejor amiga de la infancia tenía un feeling especial con los niños y cuando íbamos juntas, los niños se dirigían a ella, aunque fuesen mis primos y no los suyos, me generaba mucha frustración. Estos sucesos reforzaron la idea de que a mí no me gustaban los niños y que mi madre tenía razón, además esa idea corrió entre mis conocidos y todo el mundo daba por hecho, incluida yo, que los niños no me gustaban.

No sabía verlo...

Cuando crecí, me empecé a dedicar a dar clases de baile, tenía grupos de todas las edades y me llevaba bien con ellos, pero yo no me daba cuenta de ello. Para mí era lo que tenía que hacer y no tenía conciencia de que me gustaba enseñarles y ellos estaban felices por ello, mis alumnos estaban satisfechos y quizás no sabía valorarlo porque claro, a mi no me gustan los niños ni a ellos les gusto yo… (que era lo que me habían estado repitiendo una y otra vez).

Para mí, la «maldición» se rompió cuando fuí madre.
Viví con mucho amor los dos embarazos y soñaba en cómo las iba a cuidar, lo que tenía claro es que a mis niñas las iba a achuchar sí o sí y así lo hice. 
Mi sorpresa fue que ninguna de las dos se quejaba de mis achuchones. ¡¡¡No lloraban!!!
¡¡¡Y sigo achuchándolas!!!

Entonces fui consciente de que era algo que me habían hecho creer y no significaba que fuera cierto pero crearon una inseguridad en mí, al darme cuenta pude ver todo mi recorrido y empecé a coger seguridad en mí y a valorar aquello que antes no había podido valorar.

Barbi-Niñas

Lo que aprendí:

Entendí que lo que otro percibe de mí no soy yo, que lo que a uno le funciona a otro no, que todo son interpretaciones más o menos acertadas, ni tan siquiera tus seres más queridos, pueden saber qué pasa en tu interior, solo tú puedes saberlo si te comprometes a ello. Como esta historia he ido desmontando y sigo desmontando otras tantas propias y de las personas que se acercan hasta mi consulta.

Como dice el Dr. Ruíz en los cuatro acuerdos: 

"No te creas a nadie, no te creas a ti mismo y no me creas ni a mí que te lo estoy diciendo."