Quería huir, no aguantaba nada de mi alrededor. Pero me panteaba... yo no soy de las que huyen, ¿qué me pasa? No quiero ser una fugitiva.
¿Cómo he llegado hasta aquí? Pensaba.
Llegó un momento en el que mi marido me irritaba constantemente, no podía soportar cosas que hasta ese momento no me habían importado, mis hijas me agotaban con sus demandas constantes, las discusiones se convirtieron en el hábito y eso ya no podía soportarlo, mi trabajo, que era mi pasión ya parecía no gustarme, me levantaba cada mañana por cumplir con las obligaciones pero lo que de verdad quería era huir. Aunque me costó mucho, una mañana decidí tomarla para mí.
Lo habitual era levantarme, avisar a las chicas, lavarme la cara, ponerme las cremas, vestirme y salir corriendo para cumplir con “las exigencias del día”, pero esa vez me quedé. Me sentía extraña, incluso incómoda conmigo misma. Me quedé ahí, mirándome al espejo un rato y lo que ví fue a una mujer cansada, tremendamente cansada.
Sólo quería dormir pero mi cabeza decía: ¿Para esto te has quedado?¿Para dormir?¿No querías tomarte este tiempo para ti?¿Y lo vas a usar para dormir? Tienes todo lo que siempre has querido y sigues sin estar conforme ¿Qué es lo que quieres?
Esto era peor que estar todo el día corriendo. Las ganas de huir eran aún más intensas y a mediodía volverían las carreras. ¿Te has sentido alguna vez así?
Y seguí mirando a la mujer cansada del espejo y ví su tristeza y su enfado acumulado del tiempo, tanto que ya no sabía ni lo que quería. Lloré durante largo rato, me recompuse y continué con mi rutina. Así seguí durante años hasta que la candidiasis me tumbó. Y en mi proceso de transformación me dí cuenta de que mi diálogo interior era mi carcelero, mi juez, mi sentencia y mi ejecución. No quería huir de mi vida, quería huir de mí, era una fugitiva de mis deseos, de mi cuidado, de mi tiempo.
Solemos hacer estas cosas porque tenemos grabado a fuego la creencia de que tener en cuenta los verdaderos deseos, tiempo para un@ mism@ y para las cosas que nos gustan hacer es una persona egoísta y caprichosa. Muchas veces he escuchado ese mensaje a lo largo de mi vida y en ese momento fue lo que me hizo querer ser una fugitiva de mi mism@.
Como personas adultas que asumen responsabilidades, en muchas ocasiones, estas demandas pueden ser exageradas y desconectarnos de nuestra sensibilidad, padecer insomnio, dolores musculares, migrañas, crisis de ansiedad, crisis por agotamiento, estrés y si se mantienen en el tiempo pueden llegar a desconectarnos realmente de las necesidades de nuestro cuerpo, nuestras emociones y nuestros pensamientos se vuelven en nuestra contra.
Para poner remedio a esta necesidad yo utilizo el siguiente recurso para que organizarme, priorizar y darme mi tiempo, la agenda sostenible.
En una agenda o libreta exclusiva para esta tarea apunto:
Cada día pongo las nuevas prioridades o repito las mismas si necesito convertirlas en hábitos y al final de este repaso y confirmo que las he realizado, de lo contrario, reflexiono sobre lo que ha podido pasar para no cumplir con ello.
Recuerda que sin el tiempo para ti mism@, para tus prioridades y necesidades te vas encerrando en la cárcel de las responsabilidades así que, darte tiempo para ti es un derecho y no un capricho. La relación contigo mism@ y con los demás mejorará, tu nivel de energía subirá y tus niveles de bienestar.