¿Cómo te sientes cuando estás a merced de los deseos y necesidades de los demás?
Te sientes débil y como que pierdes tu fortaleza interior. En muchas ocasiones nos entregamos a atender las necesidades de los demás y no nos damos cuenta de que hacemos más de la cuenta. Puede pasar con los hijos, la pareja, los amigos o en el trabajo. Con ello nos desgastamos inconscientemente y la otra persona adopta como costumbre que estemos por él/ella y no quiere prescindir de esas atenciones. Posiblemente porque le cueste verse sin éstas. Si les permitimos que se vuelvan exigentes, comienza a costarnos salir de esa dinámica
La costumbre y el hábito dejan de lado la esencia de ese gesto de generosidad que tenemos con ell@s, y comenzamos a enfocarnos más en la falta de reconocimiento que en el propio valor de lo que hemos entregado. Y si nos quejamos los demás no entienden el por qué, por lo que nos frustramos, sentimos que no somos importantes y que siempre nos estamos quejando, este bucle cuesta abandonarlo.
¿No te ha pasado alguna vez que has tenido la sensación que se aprovechan de ti? ¿O que no atienden tus necesidades?
El valor propio es una de nuestras fuentes de poder y fortaleza, tristemente hay seres humanos que utilizan su fortaleza y valor en beneficio propio y perjuicio de los demás. También tenemos una parte de la sociedad en la que la gente que reconoce su valor y su potencial son etiquetados de ególatras o poco humildes, ello también es motivo por el cual no acabamos de permitirnos reconocer nuestra propia valía.
El hábito de no valorar lo que eres y/o lo que posees te hace focalizarte en lo que no tienes y te mantiene constantemente en una búsqueda incoherente.
Cuando esto sucede, partes de la base de estar incompleto y buscas completarte con algo o alguien que el exterior te ofrece y que no necesitas realmente pero que te genera una satisfacción momentánea que lucharás por mantener.
El conocer o reconocer el valor de lo que eres o tienes no es un precio económico o material sino emocional-espiritual y te ayuda a ver con claridad lo que necesitas de una forma equilibrada haciendo que no te sientas encadenado a mantener lo que ya no te sirve.
El valor no es el precio final de lo que consigues sino lo que te aporta el trayecto.
Para ayudarte en este reconocimiento o búsqueda de tu valor te propongo unas preguntas que te harán reflexionar y quizás te ayuden a darte cuenta de que vales mucho más de lo que piensas y es el momento de empezar a creértelo y actuar en consecuencia.
Pregúntate ahora:
Una vez respondidas estas preguntas reflexiona sobre a qué cosas podrías darles más valor y que cosas quizás estás sobrevalorando.
No vale decirte a ti mism@ – esto lo hace cualquiera o ¿Cómo voy a dejar de atender lo que los demás me piden?
Poner atención a todo ello elevará tu autoestima, pondrás la atención en lo que sí funciona y no en lo que te falta. Recuperarás tu fortaleza y ya no te importará si los demás se quejan de que no les consientas.
No está mal, ¿NO?
Ponlo en marcha y cuéntame cómo te ha ido.