Para que te hagas una idea de la situación, crecí en una casa llena de gente muy familiar, cualquier excusa era válida para juntarnos, celebrar, cantar, bailar y reírnos. Pero llegó el momento en que, cada uno empezó a tener su pareja y crear su propia familia y las reuniones empezaron a cambiar. Mi hermano siempre tuvo una relación distante conmigo y sumando otras circunstancias que no la favorecieron, él decidió que ya no iba a formar más parte de mi vida. Por lo que en ese momento me encontré con un vacío y una tristeza muy profunda, mis hijas eran pequeñas y mis padres también sufrían por ello.
Pues llegó la noche buena y empezaron mis anhelos y mi tristeza, de ver que mi familia estaba rota, mis padres lo sufrían y yo también, pero nadie decía nada sobre el tema. Ese día mi marido preparó el coche, a las niñas y a mis padres y organizó un viaje para ir a ver a la familia de Valencia. Me empecé a ilusionar pero aún no me sentía bien y me costaba todo mucho, ponía pegas del tipo ¿cómo nos vamos a ir ahora para allí?
Ahora agradezco que no me hiciera ningún tipo de caso y que nos fuéramos igualmente.
Llegamos allí y al ver a mis tíos y primos nos dió un chute de energía a todos. Hago un pequeño inciso en la historia para decir que, mis tíos tenían una casa en un terreno y por aquel entonces estaba de obras (cuando continúes leyendo sabrás por qué es relevante). Bien pues nos fuimos al paellero a comer, compartir experiencias, reirnos, empezamos a cantar, mis hijas a jugar a ping pong con mis primos, que tanto les encantaba. Todo iba mejorando por momentos. Iba pasando el día mientras compartíamos todos juntos, mi marido se ausentó y al cabo del rato digo: ¿Pero dónde está este hombre? ¿Por qué tarda tanto? a lo que de repente mi tío me dice: Tu marido está ahí arriba en la terraza quitando polvo a los ladrillos, está loco.
No entendía nada de nada, pero como él es muy espontáneo, empecé a pensar, qué cosa estaría maquinando este hombre. Pero me limité a seguir disfrutando de la velada. Llegó la hora de la cena y mi marido POR FIN apareció pero no me dijo nada de qué había estado haciendo. Bien pues a la hora de ir a dormir, cuando entramos todos al salón después de la cena, encontramos regalos para todos. La ilusión de niños y mayores se palpaba en el ambiente, y todos empezaron a coger su regalo sorprendidos; ¡¡ostras el mio pesaa!! ¡¡Este es grande eeh!!
Al abrirlo… encontraron todos un ladrillo muy bien limpito y empezaron las risas. Mi tía, abrió su regalo que era el único verdadero, un cuadro hecho de punto de cruz por mi marido, y las lágrimas de felicidad se alternaron con las risas.
A la vuelta del viaje, vienes con cierta nostalgia de ay… que rápido ha pasado y qué corto se me ha hecho, pero no podía dejar de sonreír de los momentos vividos.
Con este recuerdo, quiero transmitirte que ”es importante que entiendas” que aunque las estructuras que tenemos en nuestras vidas se vayan desmoronando, dentro de nosotros hay un potencial de regeneración esperando ser descubierto y que trae consigo un continuo de nuevos momentos de felicidad y satisfacción, para ello solo necesitas aceptar lo que está ocurriendo con amabilidad y con confianza de que aquello en lo que depositas la atención, crece.
Para mi, fue este momento en el que me dí cuenta que algo tenía que comenzar a cambiar y me puse manos a la obra.